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editores peligrosos y visitas raras, 3.

(Resumen de los dos capítulos anteriores: El editor de Perfección Increíble lo presiona con amenazas para que escriba como Paulo Coelho. Perfección conoce a un extraterrestre que se declara admirador suyo, ya que en su planeta Perfección es sumamente conocido. Ambos deciden salir de fiesta).

Vamos en el taxi. Dónde me vas a llevar, pregunta el extraterrestre. Al mejor sitio para empezar una noche de fiesta con un alienígena, respondo: El Punto y Coma.

El extraterrestre abre sus tres ojos con asombro. Está claro que la fama barriobajera del Punto y Coma ha alcanzado los rincones más lejanos de la galaxia.

Bajamos del taxi. Intentamos entrar en el club, pero el portero nos detiene.

– Éste no pasa – dice.  – No lleva zapatos.

– Seguro que no es porque mide 55 centímetros y es de color gris perla? – insinúo.

– Naturalmente que no! – replica el portero, ofendido – Me toma por un racista?

Deslizo un par de poemas de Virgilio en el bolsillo de su camisa, y le doy un par de palmaditas en el pecho.

– Estoy seguro de que estos dos Virgilios te harán reconsiderarlo – digo.

El portero me mira con complicidad y se hace a un lado.

– A sus órdenes, señor Increíble! – exclama, saludándome al modo militar.

Entramos al local. No hay mucha gente todavía. Un par de furcias leyendo a Heidegger, un borracho haciendo meditación trascendental en la barra, dos bibliotecarios de aspecto rudo mirando a las furcias, mientras el DJ remezcla la obertura de La Flauta Mágica para tres profesores de Filosofía y un bloguero experto en energías alternativas que se afanan en la pista de baile.

Uf, esto este sitio es muy fuerte, dice el extraterrestre. Todavía más fuerte de lo que imaginaba.

Nos sentamos en la barra.

– Camarero! – grito con aire autoritario – dos gin-tonics!

– Para mí otros dos! – dice el extraterrestre. Definitivamente, este chaval es de los míos. Y pensar que estuve a punto de hacerle una autopsia!

Por la puerta entra una vieja habitual del lugar, conduciendo su silla de ruedas, completamente borracha.

– Tengo que hacer algo para equilibrar mi karma! – aúlla – Tengo que encender mi fuego interior! Dadme algo inflamable de beber!

– Qué le ha pasado a esa mujer? – pregunta el extraterrestre.

– Es una triste historia – respondo – Se llama Matilda. Es minusválida, transexual, madre soltera, y miembro de una minoría racial. Perteneciendo así por nacimiento y méritos a los lobbies más poderosos del planeta, lo tenía todo para triunfar en la vida, pero una lectura de Paulo Coelho se cruzó en su camino.

– Dios mío, qué historia tan espantosa!

– En fin. Oye, y tú cómo te llamas?

– Jzzzrrtr – dice.

– Cómo?

– Bueno, me llamo Trrrzttlptzz Gzztrr Pzzrrtp, pero mis amigos me llaman Jzzzrrtr – aclara para mi tranquilidad.

– Ya veo. Pero yo mejor te voy a llamar algo fácil, como Gorrión, te parece?

– Gorrión?

– Sí. No te ofendas. Es que es fácil de recordar. O si lo prefieres, Juan Antonio. Elige.

– Sin duda, me quedo con Gorrión.

El local comienza a llenarse de gente mientras el DJ ataca con los primeros compases del Dies Irae de Wolfgang Amadeus Mozart, de modo que nos vamos a la pista a bailar. Para probar a Gorrión, lo reto a hacer el paso de la Oca Borracha que Intenta Batir sus Alas del Revés, que ejecuta de forma sublime y sin esfuerzo. Hago entonces el de la Doncella de West Grove, Sussex, Cargando una Bombona de Gas Butano, y Gorrión lo realiza con gran gracia,  añadiendo un par de giros inesperados al final. Casi sin transición, me lanzo a hacer el del Cirujano Disléxico que Lleva a Cabo un Trasplante Doble de Órganos. Éste es un paso un poco más dificultoso, ya que su correcta ejecución puede llevar más de siete horas (si no hay complicaciones) y además requiere una gran precisión; pero al cabo de dos ya no me queda ninguna duda de que en su planeta este chaval debe ser el rey de la pista. Por fin he encontrado un igual. Pero tiene tres ojos!

Dos polluelas se acercan a nosotros, bailando, completamente llenas hasta los bordes de deliciosas curvas.

– A tí te conozco, Perfección – dice una de ellas – Te acuerdas de mí? Soy la Madrastra, nos conocimos en la consulta del médico.

– Claro que me acuerdo! – respondo – Yo leía el Boletín Oficial del Estado y tú te chupabas el dedo.

– Ésa misma – ríe ella.

– Uy uy uy! – dice la otra chica, agachándose para pellizcar a Gorrión, que da un salto y se abraza a su rodilla – Pero quién es este chulito matón? Menudos ojazos!

– A su disposición, señora – dice Gorrión, procediendo a trepar hasta los pechos de la chica, y mordiéndolos con dulzura.

– Oh, qué deleite! – exclama ella.

– Por lo menos ya no nos queda ninguna duda de que es algún tipo de mamífero – digo yo – Chicas, os apetece tomar una copa en otro antro? Tengo unas entradas para la zona VIP de la  Habitación 101.

Los tres me miran con sus siete ojos abiertos como platos.

– Qué poderío! – exclaman.

– Con quién os creéis que estáis hablando? Vamos, lo pasaremos fatal.

(Continuará…)

editores peligrosos y visitas raras (primera parte).

– Riiing. Riiing – suena el teléfono.

– Diga?

– Buenos días, señor Increíble. Soy el señor X., Editor General y CEO de la plataforma digital donde publica usted su blog.

– Qué significa CEO? – pregunto.

– No me toques los cojones, palurdo – responde el señor X., cambiando el tono bruscamente – sabías muy bien que esta llamada iba a llegar algún día. Y sabes muy bien por qué te llamamos.

– Sí, pero qué significa CEO?

– Significa Cuida El Ojal, gilipollas. Estamos completamente hartos de tus tonterías y de tus estadísticas mierdosas. Queremos más visitas a tu blog. Créeme, es lo que te conviene – añade en un susurro – si quieres seguir siendo guapo.

– Pero yo no soy guapo. A menudo siembro el pánico entre la población, cuando salgo de paseo,

– Supongo que estás escribiendo algo? – me interrumpe con tono amenazante.

– Sí – improviso – es la historia de un insecto que vive con su familia. Comienza así: ‘Una mañana, al despertar después de un sueño intranquilo, el insecto Gregorio Samsa se encontró  a sí mismo convertido en un monstruoso humano’.

– Suena a Kafka.

– Pero si nunca lo he leído!

– Escucha, por qué no pruebas a escribir como Pablo Coelho? – me dice el señor X. con tono paternal – El público quiere emoción, quiere espiritualidad. Experiencias significativas con los seres queridos. Amor trascendente que abarca el universo. Ecología. Cosas orientales. Viajes de lujo en busca de las cosas sencillas. Jesucristo. Puenting.

– Qué le parece algo así? – digo – ‘Cuando la noche te rodee, recuerda que al final del camino te espera la luz del día’.

– Exacto! – exclama el señor X. – Un comienzo notable. Se me han puesto los pelos de punta.

– ‘Contempla a la humilde flor’. – continúo – ‘Así es la sabiduría, aunque no sabría decir exactamente porqué’.

– Maravilloso! Maravilloso!

– ‘Sólo tú puedes curarte a tí mismo. La misma expresión lo dice: curarte a tí mismo’.

– Oh! Qué delicia! Qué síndrome de Stendhal! – suspira el señor X., cada vez más arrobado.

– ‘En la fortaleza milenaria de Xang Gun, escuché el siguiente relato: Un maestro y un discípulo caminaban juntos al atardecer. El discípulo preguntó: Qué hora es? No llevo reloj, respondió el maestro. Me di cuenta de que el secreto de la felicidad radica en comprender, como ese maestro, que el Uno y el Todo son armas al servicio del guerrero espiritual’.

– Eso es! – grita el señor X., entusiasmado – ESO ES! BRAVO! SÍ!

– Toc, Toc – interrumpe la puerta.

– Escuche, señor X,, no quería más visitas? Pues espere un momento, tengo una.

Voy a abrir. Frente a mí hay un tipo de aspecto humanoide. Tiene dos brazos, dos piernas, una cabeza, y un tronco, pero combinados de una manera algo rara y bastante complicada de explicar.  Además, es de color gris y mide unos cincuenta y cinco centímetros de altura.

– Señor Increíble! – exclama el extraño ser al verme, con evidente emoción – qué honor, qué privilegio!

Se abraza a una de mis rodillas con fuerza, sollozando de felicidad. Vuelvo hacia el teléfono con el personajillo enganchado a mi pierna.

– Le importaría llamarme más tarde, Señor X.? Hay un extraterrestre en mi casa que requiere toda mi atención.

– Recuerda! – grita el señor X. – Coelho! No nos fuerces a tomar medidas!

Cuelgo el teléfono. El humanoide se separa lentamente de mi rodilla, recupera la compostura, me mira durante unos segundos con evidente adoración. Finalmente, con un suspiro fervoroso, dice:

– Toda mi vida he deseado conocerle.

Y acto seguido se desmaya.

 

(Continuará…)